'Y tomarás flor de harina, y cocerás de ella doce tortas; cada torta será de dos décimas de efa. Y las pondrás en dos hileras, seis en cada hilera, sobre la mesa limpia delante del Señor. Pondrás también sobre cada hilera incienso puro, y será para el pan como perfume, ofrenda encendida al Señor. Cada día de reposo lo pondrá continuamente en orden delante del Señor, en nombre de los hijos de Israel, como pacto perpetuo. Y será de Aarón y de sus hijos, los cuales lo comerán en lugar santo; porque es cosa muy santa para él, de las ofrendas encendidas al Señor, por derecho perpetuo.' Levítico 24: 5-9
La mesa de los panes estaba situada a mano derecha según se entraba en el lugar santo. Se trataba de un mueble hecho de madera de acacia recubierto de oro, de dimensiones de 90 cm. x 45 cm. x 70 cm. Tenía como propósito ser el soporte de los doce panes que eran colocados sobre ella cada sábado.
La frase 'pan de la proposición' es literalmente 'pan de la presencia', pues así como el arca era la señal de la presencia de Dios en medio de su pueblo, estos panes representan la señal de que el pueblo se hace presente a Dios. No contenían levadura y una porción de incienso era puesto encima de ellos, de manera que desprendían un agradable aroma.
Otra vez es Cristo quien lleva a su cumplimiento total el significado de estos panes, al ser quien de forma perfecta es el pan puro, sin aditivos extraños, cuya vida ha desprendido el aroma más agradable para Dios. Un pan que es la vianda que necesitamos (Juan 6:48) en nuestra peregrinación hacia la patria celestial. Su vida fue también esa libación en la que la entrega no es algo gravoso o hecho porque no queda más remedio, sino un derramamiento a Dios realizado en plenitud de alegría.
Los panes eran de harina lo que puede hablarnos de que los sufrimientos de Cristo eran necesarios para poder convertirse él en el alimento de nuestras almas ya que el grano de trigo tenía que ser cosechado, trillado y molido (en resumen tenía que morir (Juan 12.24) para poder llegar a convertirse en un pan que pudiera ser considerado alimento para nuestros cuerpos y lo mismo paso con Cristo para ser considerado el alimento de nuestras almas.
Ese pan que los sacerdotes consumían, hallan su culminación en la ofrenda de Cristo a Dios, que recordamos en la mesa del Señor cada vez que comemos el pan y bebemos de la copa.
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