domingo, 15 de octubre de 2017

MOVIMIENTOS PRECURSORES DE LA REFORMA

PEDRO WALDO Y LOS VALDENSES

Los movimientos evangélicos de la Edad Media recibieron un valioso refuerzo con la conversión de Pedro Waldo, debido a la impresión que le produjo la muerte repentina de un amigo con el cual estaba conversando. Dicho incidente hizo que este rico comerciante, dejando sus negocios, pensara sólo en la salvación de su alma.

Estatua de Pedro Valdo en el Memorial
 de Lutero en Worms, erigido en 1868
Su gran acierto fue que, en lugar de ir a profesar el voto de pobreza en un convento, resolvió deshacerse de sus bienes empleándolos él mismo para beneficio de los pobres y la extensión del Reino de Dios. Consideró que una obra muy buena a los ojos de Dios podía ser el mandar traducir y poner en manos del pueblo las Sagradas Escrituras. Hizo escribir a mano muchas copias que eran llevadas por cristianos fieles de un pueblo a otro.

El grupo empezó a ser conocido como "los pobres de Lyon", y enseguida el clero les prohibió predicar, pero Pedro compareció con uno de sus colaboradores ante el Concilio de Letrán en marzo del año 1179 donde, en lugar de examinarlos sobre las Sagradas Escrituras y las doctrinas vitales del Cristianismo, les interrogaron en lenguaje filosófico sobre el misterio de la Santísima Trinidad. Por esta causa, y al no tener preparación académica, les prohibieron predicar. 

Vueltos a Lyon resolvieron que era «menester obedecer a Dios antes que a los hombres» y se lanzaron a la obra desafiando la persecución. Formaron la Iglesia Evangélica Valdense que subsistió y se extendió por toda Europa por varios siglos antes de que apareciese la Reforma. El edicto de excomunión que se lanzó contra ellos en el año 1181 les obligó a salir de Lyon, Pedro Waldo, huyendo de la intolerancia llegó hasta Polonia, en la misma frontera de Rusia, donde murió en el año 1217, después de 57 años de servicio para el Señor.

Centenares de años antes de que se produjese el gran movimiento espiritual de la Reforma, existían ya muchos miles de cristianos que no comulgaban con los dogmas de la Iglesia Católica Romana.

Las Sagradas Escrituras eran para ellos la única regla de fe y práctica. Sostenían que las Escrituras debían ser leídas por todos los creyentes y no sólo por los que tenían el don de enseñar la doctrina. 

Enseñaban que:
La fe verdadera va siempre acompañada de buenas obras, pero no son las obras las que salvan. 
El pecador es justificado delante de Dios solamente por la fe en Cristo Jesús. 
El culto de los santos y de las imágenes es una idolatría que Dios desaprueba.
La gracia de Dios se recibe por medio de la fe, y no por virtud sacramental. 
Hay que confesar los pecados tan solamente a Dios. 
No hay sacerdotes en las iglesias cristianas del Nuevo Testamento.  Todos los creyentes son reyes y sacerdotes, espiritualmente hablando, y deben tomar parte en el gobierno de la iglesia que no reconoce autoridad clerical despótica. 

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